Doña Paz

Doña Paz Gadea


María de la Paz Gadea Lorente de Melilla (Montevideo, 1860-posiblemente 1956) fue hija de Fermín Gadea Prado e Ignacia Loriente de Melilla.

Según la misma Doña Paz, el apellido correcto era "Lorente", pero sus mayores, incluída su madre y algunos de sus hermanos, firmaban "Loriente", con la i entremedio. Como puede comprobarse, el apellido en su origen, el de sus antepasados, era Lorente, sin la i, deformado luego, tal vez por alguna influencia aportuguesada. Lo que hizo Doña Paz al firmar "Lorente" fue volver a los orígenes.

 

La bisabuela Doña Paz Gadea nació un 24 de enero de 1860.
Hacía sólo diez años que había muerto Artigas en el Paraguay, y la naciente República Oriental todavía balbuceaba su conformación definitiva. 

Natural de la Unión, Montevideo, se casó en Minas el 30 de junio de 1876 con Ramón Alzugaray Lorenzo, "ganadero en El Soldado y Barriga Negra", nacido en esa ciudad el 27 de marzo de 1850. Es decir que al momento del casamiento don Ramón tenía 26 años y Doña Paz sólo 16. 

Con varios hijos chicos terminaron trasladándose a Nico Pérez donde pusieron comercio de ramos generales. 

Don Ramón fallecería el 18 de febrero de 1910, a los 59 años. Doña Paz quedaba viuda con trece hijos en su haber. La hija mayor, Juana Paz, había fallecido diez años antes con sólo 23 años; el mayor en ese momento era Ramón, con 31 años cumplidos. El abuelo Eufronio tenía 28; la menor, Maruja, 10 años. 

Doña Paz dirigió el comercio, compró campos, los hijos encararon también con coraje la situación. 
Como comenta Ariel, con toda razón: "Había que estar en aquella época, una mujer sola, en medio del campo, con tantos hijos, no habiendo seguridad de nada, ni siquiera de que no pasaran hombres de quién sabe qué ejército y le prendieran fuego a la casa." 

Doña Paz era una guerrera con tradición y empuje, no sólo descendía de varios tíos abuelos Gadea que surcaron distintos episodios de la historia nacional (Lázaro, Santiago, Pedro) sino que su propio padre supo ser un personaje importante en Soriano, de donde era oriundo. 

Don Fermín Gadea Prado, nacido en Santo Domingo de Soriano en 1827 se casó en 1851 con Doña Ignacia del Corazón de Jesús Loriente de Melilla, nacida en Durazno en 1833. Fermín e Ignacia tuvieron once hijos, algunos fallecidos poco después de nacer. Doña Paz fue la quinta por orden cronológico. 

Teodoro fue el mayor; le siguieron: Pedro Fermín (su padrino de bautismo fue Lázaro Gadea); Florencio (militar en 1904); María Margina; Doña Paz; Lucio Miguel; Pedro de los Santos (fallecido al año de nacer); Pedro Santos; Petrona; Próspero y Victoria (muerta a los once meses). 

Doña Paz falleció el 2 de marzo de 1955, a la edad de 95 años, según consta en los registros del cementerio del Municipio de Batlle y Ordóñez, habiendo sido sepultada en el panteón de la Sucesión Alzugaray de la necrópolis local. El panteón fue mandado construir por ella misma a la muerte de su marido, Ramón Alzugaray, en 1910.
"Era una abuela distinta a otras abuelas, no irradiaba cariño a su alrededor como yo había soñado. Era autoritaria, tenía el don de mandar. No era alta pero tampoco baja, de vientre prominente. Tenía ojos celestes y pelo canoso pero se adivinaba que había sido rubia. Estaba siempre sentada en un sillón y desde allí daba las órdenes, a los nietos. No creo que nos inspirara cariño sino temor. Tenía la generosidad de invitar a comer a los hijos o nietos que aparecieran cerca de la hora del almuerzo o de la cena, la mesa se llenaba, se almorzaba o cenaba siempre con tres platos y fruta. Ella tomaba vino tinto y todos teníamos que tomar vino, si no quedábamos mal con ella.

Era casada con mi abuelo Ramón y quedó viuda muy joven con muchos hijos a su cuidado, casi todos varones. Los supo manejar, todos fueron personas de bien, trabajaron, se casaron y casi todos tuvieron hijos. Un recuerdo vívido de mi abuela: cuando iba de Cerro Chato para la estancia lo hacía en un auto de alquiler, entonces nos llevaba una caja enorme de masas de la confitería “La Americana”, que saboreábamos con fruición. Dirigía la estancia desde Montevideo, los negocios, todo. Recuerdo que en Montevideo nos daba siempre el dinero a mi prima Elsa y a mí para ir al cine…"

(Dalila, Recuerdos)

 

Genealogía de Doña Paz Gadea Lorente

Árbol genealógico de Doña Paz




Doña Paz (Ariel en sus "Memorias…" la llama "el Comandante") fue también sobrina nieta de Lázaro Gadea, político y constituyente de 1830 que propuso el nombre actual del Uruguay para la naciente República:

"PATRICIO GADEA cabildante de Santo Domingo de Soriano casó dos veces en el medio de su radicación: la 1ra. con Doña PETRONA PEDROSO de cuyo matrimonio hubieron 21 hijos; y la segunda vez tomó estado con CLEMENCIA PAREDES, hermana de TOMÁS PAREDES y de este matrimonio hubieron siete hijos. Según testamento otorgado en 1828 por PATRICIO GADEA, que falleció ese año.


"Entre los hijos del segundo matrimonio se contaron EUGENIA GADEA casada con el almirante portugués JACINTO DE SENA PEREIRA, jefe de la escuadra sutil destacada en el río Uruguay; LÁZARO GADEA constituyente del año 1830 y quien le pusiera el nombre al país; y PEDRO GADEA casado con VICTORIA PRADO: padres de FERMÍN GADEA casado con IGNACIA LORENTE (padres de Doña Paz).

"Lázaro Gadea nació en 1793 y murió en la Unión el 6 de julio de 1875. Pasó a la historia como capellán de Lavalleja, capellán de los "33". Fue diputado por Soriano a la primera Asamblea Constituyente y Legislativa del año 30. Allí propuso, y fue aceptado, nombrar al nuevo Estado como "Estado Oriental del Uruguay". 

En 1832 fue designado Director General de Escuelas, cargo que recién se creaba. Tanto Santiago como Lázaro Gadea fueron hombres de confianza del general Oribe, quien siempre los apoyó y los tuvo a su lado. Por su parte, Pedro Gadea es citado en textos de estudio como perteneciente a la oficialidad del Gral. Juan Antonio Lavalleja."
(Castellanos)

(ampliar)

"Nacida en la Unión, en una época que aún esa zona no era un barrio de la capital sino un pueblo alejado de la misma y comunicado por jinetes, sulkys, carruajes y carretas (el transporte de carga de la época). En la Unión vivían hermanos de sus abuelos paternos entre los cuales ella recordaba perfectamente al “tío Lázaro” (Lázaro Gadea) sacerdote católico de la orden salesiana. 
Contaba la abuela que siendo pequeña acostumbraba con sus primas de la Unión a espiar por el ojo de la cerradura al tio Lázaro, que ya hombre mayor se encerraba en su estudio para ensayar en voz alta los discursos que luego pronunciaría en el comité político. Al parecer el tío Lázaro, a pesar de sus años -tendría para ese entonces setenta y cuatro o setenta y cinco- tenía además de vivo el genio, agilidad suficiente para sorprender a las pequeñas espías. 

Más de una vez tomando un arreador que tenía colgado en la pared abrió la puerta de improviso, haciendo estallar el látigo sobre las cabezas de las pequeñas, que huían entre gritos y risas. Decía también la abuela que don Lázaro ensayaba sus discursos frente a un gran retrato de Artigas que tenía colgado en la pared. 

Cuando recogí éste y otros relatos de boca de la abuela Paz habían pasado ya ochenta o más años de los hechos, razón por la cual ciertos detalles pueden haberse confundido. Por ejemplo: ella decía que el abuelo Lázaro había sido uno de los Treinta y Tres Orientales. En realidad el curita apenas desembarcó Lavalleja renunció a su cargo docente en Montevideo y corrió a alistarse como capellán de los Treinta y Tres.

Afirmaba también la abuela Paz que los Gadea descendían directamente de Artigas. En verdad que nunca tomé muy en serio ese dato. Pero rebuscando entre libros que detallan vida y obra de los personajes de la época parecería que la abuela tenía cierta razón. Lázaro Gadea, el capellán, nace en 1793 y muere en 1875, es decir que vive hasta los 82 años. Deducimos entonces que en los cuentos de la abuela, don Lázaro andaba por los setenta y pico. 
Hay otro Gadea en la historia y es Santiago, y de ahí debe venir la confusión del "Comandante". Éste sí integró como teniente la nómina de Lavalleja. Pero Santiago, que habría sido primo de Lázaro, murió en 1849, cuando aún la abuela no había nacido. En el libro del nomenclátor de Alfredo Castellanos se dice que la abuela paterna de Santiago Gadea, doña Rosa Escobar Carrasco, era prima de Martín Artigas, el padre de don José. Por lo cual don José habría sido algo así como tío abuelo de Santiago Gadea, que su vez habría estado ligado por igual grado de parentesco con doña Paz Gadea.

Rastros de prosapia patricia tendría el "Comandante". Recuerdo que para el día de su cumpleaños recibía siempre un telegrama del doctor Luis Alberto de Herrera, que no la conocía personalmente, pero su afición (y profesión, por la historia) le habrían indicado la proximidad y contemporaneidad del "Comandante", rastro vivo aún de las generaciones que hicieron la patria.

Cabe señalar también un último dato que recogí del autor antes mencionado: dice que Lázaro murió el 6 de julio de 1875, en su casa de la Unión. Esta circunstancia coincide evidentemente, en tiempo y lugar, con las historias de la abuela."
(Ariel, Memorias de un Siglo)


"Enrique: Estuve investigando el tema de los Gadea. Realmente es un placer poder estudiar sobre cosas de las que hay mucho material. Pero me entretuve tratando de llegar a alguna forma de parentesco entre nosotros y si bien pegó en el palo, no se concretó. Pero sí te voy a decir que si vos querías parentescos con próceres uruguayos los tenés.

Habíamos visto que María Paz Gadea era bisnieta de Patricio José Gadea. Este, en primeras nupcias tuvo cinco hijos entre los cuales estaba Pedro Gadea. Lázaro Gadea sin embargo es del segundo matrimonio. Por lo tanto de acá ya sacamos que Pedro es medio hermano de Lázaro y primo hermano de Santiago Gadea, eso ya estaba confirmado. Pero siguiendo la investigación yo te había comentado que Patricio Gadea era hijo de Juan Gadea y María Rosa Escobar.

María Rosa Escobar vino a Montevideo en su fundación junto a mi ancestro Jorge Burgues, como su sobrina. Averiguando esa relación de parentesco encontré que en realidad María Rosa Escobar era hija de Manuel Escobar y María Carrasco, ésta última hermana de María Martina Carrasco, la primer esposa de Jorge Burgues. Estas hermanas Carrasco son hijas de don SALVADOR CARRASCO Y LEONOR DE MELO COUTIÑO, que tuvieron siete hijos viviendo en Buenos Aires a comienzos del siglo XVIII. Entre esos hijos, además de las nombradas, estaba IGNACIA XAVIERA CARRASCO, esposa nada menos que de JUAN ANTONIO ARTIGAS, el abuelo de José Gervasio Artigas. De allí que encontré una razón para que habitaran en el primer Montevideo predios contiguos Jorge Burgues y Juan Antonio Artigas.

Por lo tanto tenés en primer lugar que Patricio Gadea era primo segundo de José Artigas y que además tenés un par de ancestros en común con él, que son Salvador Carrasco y su esposa. ¿Qué te parece?. Yo no llego a tener parentescos con esta parte porque si bien soy descendiente de Jorge Burgues, lo soy de su segunda esposa, Agustina Perez Bravo.

Pero hay más: la ascendencia de LEONOR DE MELO COUTIÑO es espectacular. En primer lugar porque llega casi a la fundación de Buenos Aires. Esa familia llegó allí en 1587 pero además, siguiendo hacia atrás llegamos al siglo XIII, y son descendientes del rey ALFONSO III de Portugal y LUIS IX de Francia. Cuando vengas, si querés, te muestro todo esto.

Bueno, te mando un abrazo y nos vemos pronto... Espero que ahora que sabés que tenés sangre azul me sigas saludando."
(Daniel Arezo)

"(...) La casa de la calle Rocha se disponía en un perfecto triángulo, en uno de cuyos vértices la abuela, ya nonagenaria, se sentaba de la mañana a la noche (salvo a la hora de la siesta) supervisando desde su atalaya todos los movimientos de la casa.

Hacia un lado vigilaba desde la puerta de la calle a las entradas de sala, antesala, comedor, dormitorios, baño y patio que se disponían a lo largo de la extensa galería vidriada. Hacia su derecha, no perdía movimiento alguno en la cocina, dependencias de servicio, entrada y salida del fondo, y por la ventana final vigilaba glorieta y habitaciones situadas más allá de la casa (entre ellas, la mía). Sobre su falda el monedero, el que sólo abría previa explicación de la compra y la necesidad de efectuarla, cantidad, calidad, marca, precio, etc.

Y por supuesto que luego exigía, además de la inspección visual, el vuelto exacto, tras la justificación del gasto realizado. Se tratara de una caja de fósforos, de una lechuga, de la cuenta de los diarios o la carne para el día.

Además, desde su observatorio divisaba toda persona que entrara o saliera de la casa, o que tocara el timbre simplemente, fuera por la puerta principal o por la del garaje, que también se encontraba bajo vigilancia. Esos años fueron dificiles para todos porque el carácter del Comandante había perdido todo rasgo de dulzura, si es que alguna vez lo tuvo.

No admitía risas, ni que se hablara fuerte, ni que se escuchara música, ni que se cantara. Por supuesto que la radio estaba absolutamente prohibida: “Si siento ese gramófono -era su grito de guerra- lo voy a partir de un hachazo.” En esa época en la casa existía solamente un receptor, el que la tía Florentina compartía con Elsa en el dormitorio (sólo se encendía de noche, cuando el comandante se acostaba). En alguna oportunidad hube de pedírselo en préstamo a la tía, algún domingo por la tarde, para escuchar la transmisión futbolera de don Carlos Solé.

Entonces, con la generosa complicidad de Convención, montábamos el operativo radio. Yo esperaba a cruzar la galería cuando sentía que una olla con su tapa se venían al suelo en la cocina. Entonces, sabiendo que la atención y la mirada del Comandante se dirigían hacia la cocina, atravesaba rápidamente los tres metros de la galería, saltaba una de las ventanas corredizas y agachado, ya fuera de la casa, casi arrastrándome, me deslizaba a lo largo de veinte metros de vidrieras hasta llegar a mi habitación, situada más allá de la glorieta, donde florecían todas las tardes los enormes y blancos “paraguas de novia”.

Todos sin excepción (me incluyo) temíamos al Comandante, desde sus propios hijos a las empleadas. El golpeteo de su bastón al acercarse era comparable a un toque de alerta militar.

Costará creerlo, pero las cosas eran así. Cuando alguna vez anudé a mi cuello una corbata colorada o con algo de colorado y ella lo advirtió dijo tantos exabruptos que opté en el futuro por llevar la cortaba en el bolsillo y colocármela al salir de la casa (entiéndase que esto del colorado era reminiscencia de la época de las divisas, que el Comandante lo vivía como si estuviera en medio del combate).

¿Que la abuela era clasista, racista y prejuiciada? Sería extraño que no lo fuera para un personaje de la última mitad del siglo XIX. Vivió la guerra de la triple alianza contra Paraguay (1865-1870), la dictadura de Flores, la guerra civil del 70 al 72, la dictadura de Latorre y el militarismo del 76 al 79, los movimientos revolucionarios del 97 y de 1904, la dictadura de Terra (ahí yo ya había venido al mundo) y el golpe de estado del General Baldomir. Imaginemos a doña Paz en medio del campo, con ocho o diez hijos a su cuidado, en una época en que un color diferente en el pañuelo del cuello podía significar la muerte sin más trámite.

La larga existencia del Comandante, así como el hecho de haber tenido sus primeros hijos casi siendo una niña, la llevaron a que sobreviviera a muchos de ellos, creo que a la mayor parte.

Muchas veces al llegar de mis salidas nocturnas tuve que sentarme paciente en la galería hasta que la insonme abuela decidiera desconectar la luz de su velador y dormirse, de otro modo era inevitable que me viera pasar ¡y vaya a saber cómo diablos reaccionaría!

Por eso no puedo olvidarla, sentada en su cama, a la madrugada, dialogando, con su potente vozarrón, con sus hijos vivos y muertos. Digo dialogaba porque a sus palabras, sus afirmaciones o interrogaciones dirigidas a Ramón, Pedro, Ponciano o a Juan o Pacita (ya fallecidos entonces) seguían momentos de silencio.

Silencio para mí, que no participaba de su mundo. Quizás para la abuela eran largas conversaciones que mantenía con sus fantasmas."
(Ariel, Memorias)

No hay comentarios: