Los Regidores eran quienes se encargaban de impartir Justicia, más o menos como los Fiscales de hoy, pero con más amplias atribuciones aún.
El nombre completo de este ancestro fue Juan Joseph Antonio Apolinario Delgado Melilla Arias, con el tiempo reducido al de Juan Delgado Melilla.
Nacido en Ëcija, Sevilla, en 1708, Don Juan Delgado desposó a Doña Agustina de Saa (cuyos padres integraron el segundo grupo canario colonizador en 1729), con quien tuvo once hijos, el menor de los cuales fue el bisabuelo de Doña Paz: Manuel Delgado Melilla y Saa.
De los once hijos derivarían un total de 81 nietos.
Conviene recordar que se trataba de un funcionario español, en un período de nuestra historia colonial donde la naciente villa de Montevideo comenzaba su lentísimo progreso, y cuyo elemento humano vivió sumido en una gran ignorancia de todo lo que sucedía en Europa (muchos de sus pobladores no sabían ni siquiera firmar).
En ese escenario, dicen las crónicas que Juan Delgado Melilla fue de los pocos jerarcas que se destacaron por su actuación en su profesión de impartir la justicia.
Consagró 32 años de su vida al Consejo Capitular, desempeñando seis cargos de Regidor durante once años.
El Cabildo, la institución administradora de Montevideo, fue instaurado el 1º de enero de 1730, pasados cuatro años de la fundación de la ciudad, por Don Bruno Mauricio de Zabala. Los regidores debían ser vecinos de la ciudad, es decir, poseer solar con familia formada y no dedicarse al comercio.
Cuéntase que un día de octubre de 1738 a las 11 de la noche, Don Juan Delgado tuvo un lance a espada con el Alcalde de 2º voto. Este hecho tan excepcional motivó una reunión extraordinaria del poder capitular, que "viendo el caso tan pesado y arduo, por cual razón no se castigó de exceso".
Delgado Melilla fue aprehendido y conducido en detención por el mismo Alcalde con quien había mantenido el lance.
Curiosamente Delgado Melilla tenía a su cargo todo lo relacionado con la cárcel, actuando como ministro ejecutor de las determinaciones de los alcaldes ordinarios.
En la siguiente reunión del Cabildo del 24 de diciembre quedó en libertad y en posesión de su cargo, por lo que la duración de su cautiverio no pasó de algunas horas o uno o dos días.
Don Juan Delgado Melilla falleció en Montevideo en 1769, a los 61 años de edad, legando numerosos bienes a sus herederos, numerosos también.
Cabe agregar que las generaciones siguientes fueron abandonando el apellido Delgado para firmar solamente como "Melilla". Es así que Doña Paz al completo siempre fue "María de la Paz Gadea Lorente de Melilla".
Esto es lo que cuenta la historia del tatarabuelo de nuestra bisabuela.
Hace ya más de dos siglos que la nomenclatura departamental recuerda el nombre de este lejano antepasado. Es bien conocido el “Rincón de Melilla”, extensión de tierra ubicada al NW del Dpto. de Montevideo, comprendido entre los arroyos de Las Piedras y Colorado, el río Santa Lucía y la vertiente septentrional de la cuchilla de Pereira, donde Don Juan Delgado Melilla tuvo su primera estancia, la que sus herederos fueron vendiendo con los años, y que posteriormente perteneciera al Brig. Gral. Manuel Oribe. Los fraccionamientos que sucedieron a cada una de las tres partes en que se dividió el campo entre los hijos de Oribe, dieron lugar al vergel agrícola, lote de chacras frutícolas y viñedos, además de levantarse un frigorífico, el destacamento de Bomberos y un aeropuerto.
"Como tantos de sus contemporáneos, Don Juan Delgado y Melilla trajo al Uruguay el pendón real de la España del siglo XVII. Sus mayores tuvieron casa y escudo, foja de servicios en defensa de Rey, largo y ancho camino.
El emblema español era su orgullo, y cuando se afincó en el ámbito uruguayo y vió surgir y crecer la patria vieja, buen amor y consejo puso en la devoción de sus hijos y nietos. El hogar se hizo a la manera antigua, bajo la protección dichosa de los altares celestes, y en la moral rígida de los tiempos duros.
De su tronco provienen los Delgado y Melilla, adentrados en el corazón de la nacionalidad por sus múltiples valimientos. Grandes tierras fueron suyas en el reparto solariego y de su afán devienen chacras y estancias, en el culto sagrado del agros.
Aún hoy, dos centurias de su presencia, en los aledaños de Montevideo se reconoce su renombre en la nomenclatura, y algún derruido molino costero, por entre lomas y arboladas evoca su memoria en las gentes del lugar.
El general Pedro Delgado y Melilla (nieto de Don Juan Delgado), fue ayudante del general Rivera. Fundó por su orden, poniéndole su nombre, a la villa de San Pedro del Durazno, antigua capital de la República, y estuvo a su lado, con privilegio de amistad y medallas y cordones patricios, en acciones heroicas de la Independencia y organización Nacional, destacándose por su valor en la batalla de Ituzaingó, distinguiéndosele con los Cordones de Ituzaingó."

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