Las casas de Doña Paz

 

Agradecidos estaremos siempre a la gran amiga Laura que nos abrió la posibilidad de visitar las casas de Doña Paz donde Ariel vivió en su infancia y su juventud. 
Un tejido de casualidades llevó a conocer a Laura y a crearse la coincidencia de que ella viviera a escasa cuadras de las tres casas que alquiló Doña Paz en aquellas épocas, una en Gral. Flores, otra en la calle Marcelino Sosa y la tercera en la calle Rocha, todas muy cerca entre sí. 
Laura leyó las Memorias de Ariel sin poder creer que aquel barrio era su mismo barrio, en el que vivía desde hacía años. Entonces tomó para si la iniciativa de visitar las casas, habló con los moradores, y sobre todo tuvo que realizar algún que otro tramiterío para poder entrar en la de Gral. Flores, hoy depósito del comercio de electrodomésticos que ocupa la planta baja. 
No está de más agradecerle nuevamente por todo lo que hizo, y también por todas las atenciones recibidas en su hogar, donde infaliblemente terminábamos las andanzas cada tarde para continuar charlando de lo lindo.

 


La casa de la Avda. Gral. Flores 


La visita a la casa de Gral Flores (marzo de 2007) fue casi oficial, sólo faltó el embajador de algún país y los trámites aduaneros consiguientes. 
 Debimos esperar que una mujer, al parecer medio jefa, terminara con sus ocupaciones; después ella misma nos dirigió hacia la planta alta. La escalera de mármol semejaba la de un palacio. 

Subimos por la vieja y conservada escalera de mármol que otrora transitaron Doña Paz, las tías Maruja y Florentina, Ariel... Emocionado, Don Ari iba diciendo "aquí había... allá era..." Pura emoción. 
-Por esta saliente me trepaba yo y bajaba hasta la puerta -comentaba Ariel, y Laura y yo pensábamos cómo no se había matado de chico haciendo eso. 
-Todo lo encuentro más reducido -agregó Ariel, con la voz entrecortada siempre. 

La señora del comercio competía con Ariel en explicar qué era ésto y qué era aquéllo, parecía que ella también había vivido allí. En lo que fuera el comedor de la casa encontramos una oficina donde dos empleadiyas siguieron en lo suyo sin prestarnos atención. 
Recorrimos los dormitorios, el baño, la cocina, Ariel siempre recordando. 

Llegamos al fondo, que antes fue un patio y hoy es una baranda cerrada donde se alargaban varias mesas ocupando el espacio. Para nuestra sorpresa la mujer nos explicó que allí sesionaba la Comisión Directiva del Club Cerrito. Ahí nos enteramos que el presidente de ese club es el dueño del comercio y de la edificación toda. ¡La casa de Doña Paz es hoy la sede de Cerrito! 
Nunca nos lo hubiéramos imaginado. 

A pesar de los años y del destino que ha tenido la casa igualmente se ha conservado muy bien, los mármoles, los frisos, lamentablemente desparecieron una inmensas pinturas que adornaban la sala, pero bueno, allí estábamos. 
Cuando bajamos casi que sentí a la abuela Paz de la única manera que la he llegado a conocer: a través de los descacharrantes cuentos de Ariel. Yo descendí el último y puedo decir, sin faltar a la verdad, que escuché la voz del Comandante. 


Cuenta Ariel: 

"Antes de cumplir los tres años, y hasta los once aproximadamente, viví en la casa de la abuela Paz en Montevideo, en General Flores 2435. Integraban esa familia dos hijas de la abuela, Florentina (Tina) y María (Maruja), y también una nieta de mi abuela, Elsa Alzugaray (hija de mi tío Ramón), Convención Arrabite (parece el nombre de un personaje de García Márquez) y su hermana María. Si bien estas dos últimas eran en realidad empleadas al servicio de la abuela, el hecho de haberse criado en la familia desde muy jóvenes hacía que las viéramos como integrantes de la misma." 



La casa de la calle Marcelino Sosa


Las últimas luces de la fría tarde nos acompañaron rumbo a la vieja casa, situada a sólo tres cuadras de lo de Laura. 

Resultó una visita espectacular: nos recibieron sus actuales propietarios. Hace 30 años que viven allí, un matrimonio de armenios (imposible recordar ahora exactamente el apellido del tipo, pongámosle "Bermijián", o algo parecido). 

Enseguida la señora nos hizo pasar. Ariel llevaba la foto que se adjunta a esta crónica, donde aparece con dos amigos de entonces parados frente mismo a esa casa. La casa por afuera está igual, Ariel nos mostró el exacto lugar donde fue sacada esa foto, las mismas salientes de la fachada, todo igual. 

Una vez ya dentro, el matrimonio nos fue mostrando la casa pieza por pieza con una solicitud que realmente no imaginábamos. 

El dueño hablaba medio a los gritos e iba confirmando todo lo que Ariel le decía, increíblemente los pisos de la casa se mantiene intactos, están las mismas puertas, los mismos vidrios biselados, hasta un pestillito muy especial que Ariel recordaba en la puerta cancel. 

Ariel encontró que su antiguo dormitorio había sido transformado en algún momento en cocina, pero con alegría reconoció una pequeña claraboya en el techo. 

Hacia el fondo los propietarios han modernizado la cocina y alguna otra pieza, como un dormitorio y un baño. Allí la casa pasaba a ser más actual, aunque igualmente Ariel fue re-descubriendo escaleras y detalles varios, y los que no encontraba don Martín se encargaba de decirle dónde habían estado y qué se había hecho con ellos. 

Un gran valor don Martín, parecía disfrutar de lo lindo con aquel tour de su caserón, aparte de sentirse a ojos vista muy orgulloso del mismo y de la reformas que con el tiempo le había ido haciendo. 

En el patio estuvimos de gran charla con él (con Ariel se pusieron a recordar a viejos e ilustres armenios de Montevideo) mientras Laura quedaba en la cocina con la señora, donde compartieron gusto por la música árabe. 

Después continuamos un poco más la charla y los recuerdos, y al rato nos fuimos despidiendo, aunque con esa morosidad que indica que todavía quedan muchas cosas para conversar y que la visita se hizo corta para todo lo que había para ver y sobre todo para recordar.

Quedamos muy agradecidos a sus actuales y simpaticos propietarios.


 
<< Casa de la calle Marcelino Sosa, donde Ariel vivió entre los 12 y los 15 años. La fachada y gran parte de la casona se mantiene intacta.









La casa de la calle Rocha

La casa de la calle Rocha fue objeto de trámite in situ: apareció una señora mayor que escuchó cómo Laura y Ariel le explicaban los motivos de nuestra presencia. Con galanura y disposición, la señora, una  escribana retirada, nos mostró toda la casa, ya muy reformada, aunque igualmente Ariel fue recordando pormenores hasta llegar al fondo, donde había sido su cuarto, ahí lo noté medio quebrado. La mujer había sido, oh maravilla, quien alquilara la casa al dejarla libre Doña Paz, después terminó comprándola. ¡Hasta recordaba el apellido Alzugaray! 



Casa de la calle Rocha, hoy muy reformada. Ariel vivió aquí desde los 20 hasta los 23 años, aproximadamente. >> 

 

Ariel:

"Una observación acerca de cuánto espacio disponían nuestros ancestros en sus casas... Recorrer una vivienda como cualquiera de las tres que visitamos con Laura y Enrique, lleva un buen rato. Se suceden las habitaciones, los baños, los pasillos, las salas de estar, por supuesto los dormitorios (unos cuantos, de acuerdo a la estructura familiar de la época: padres, cinco o seis hijos, los abuelos viviendo allí...) 

La cocina de don Marín debe ser más o menos de cuarenta metros cuadrados, casi la superficie donde tienen que replegarse (y repegarse) ahora los habitantes de un apartamento de dos dormitorios para una pareja con dos hijos. Uno de los baños, el del fondo, no tenía menos de cinco metros en su largo. La cocina era un espacio no menor de diez metros cuadrados libre de sillas, mesas y cualquier otro obstáculo. Había lugar de sobra para quince o veinte personas allí dentro."

 

El jovencito Ariel (der.) con dos amigos en el frente de la casa de la calle Marcelino Sosa, tal cual se conserva hasta hoy. >>

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